La ciencia de la felicidad, post 3: Las conexiones sociales: El rol de la oxitocina y el nervio vago

“Yo defino la conexión como la energía que existe entre las personas cuando se sienten vistas, escuchadas, y valoradas; cuando pueden dar y recibir sin enjuiciar; y cuando se nutren y fortalecen con la relación”, dice la reconocida Brené Brown en su libro de 2017  Rising Strong. Y en efecto, de acuerdo con Emiliana Simon-Thomas, la investigación en el campo de la psicología positiva ha mostrado lo importantes que son las conexiones sociales para la felicidad: “Las personas muy felices tienen relaciones ricas y pasan poco tiempo a solas; hablar con amigos es una de las actividades más felices; y el sexo y socializar entregan mucha emoción positiva”. Por otra parte, la soledad se correlaciona con la inflamación, una disminución en la respuesta inmune, y problemas para dormir. Es más, la investigación de Matthew Lieberman y Naomi Eisenberger sobre la base neuronal de la conexión social, en la Universidad de California, Los Angeles, ha mostrado que cuando las personas son activamente excluidas, en sus cerebros se encienden áreas que son las mismas que se activan cuando sienten dolor.

Según John Bowlby, psiquiatra británico creador de la teoría del apego en 1951, los humanos nacen con la necesidad de formar un vínculo emocional cercano con un cuidador, y este vínculo fuerte o débil tendrá consecuencias conductuales y psicológicas más adelante en la forma en que esos adultos se relacionan con otros. En general, las familias desarrollan tres sistemas de apego: reproductivo (sexo), cuidado (entre padres y bebés), y relaciones (amor y compromiso), los cuales crean puntos de vista profundamente arraigados en nuestros cerebros sobre si los demás son dignos de confianza y cómo relacionarse con ellos. Bowlby identificó tres estilos de apego: seguro, ansioso y evitativo. Las personas que presentan un apego seguro son cariñosas, cálidas, y confiadas; como resultado, tienden a ser más felices, tener más emociones positivas, y relaciones más estables. La gente que presenta un apego ansioso nunca se siente lo suficientemente cerca o lo suficientemente amada. Los que presentan un apego evitativo se abstienen de tener cercanía con otros, manteniéndose fríos y distantes. Pero, ¿es posible superar un lazo de apego inseguro aprendido en la niñez? Meghan Laslocky, autora de The Little Book of Heartbreak, explica cómo es posible frenar la inseguridad en el apego que impide la felicidad.

Confiar en los demás es entonces una parte esencial de la conexión humana. Y en el centro de esta conducta biológica, explica Michael Kosfeld en su artículo Brain Trust, se encuentra la liberación de oxitocina. La oxitocina, también llamada “la hormona de la felicidad”, es producida por el hipotálamo en el cerebro y es enviada a través de la circulación sanguínea a órganos esenciales como respuesta a un mecanismo llamado circuito cuidado-crianza. En general, un mayor nivel de oxitocina se correlaciona con una respuesta de estrés disminuida en nuestras hormonas, el sistema cardiovascular y la amígdala, un área del cerebro asociada al procesamiento de la memoria, la toma de decisiones, y las respuestas emocionales. La presencia de oxitocina también se relaciona con el apego seguro, la resolución pacífica de conflictos, los sentimientos de confianza, generosidad, empatía, y la capacidad para entender emociones. “La oxitocina realmente parece ser un facilitador neuroquímico para la confianza, devoción y amabilidad”, dice Dacher Keltner. De acuerdo con él, los científicos hace tiempo saben que la oxitocina juega un papel importante en el parto y en la generación del vínculo madre-hijo (como en la lactancia); sin embargo, la investigación también sugiere que el papel de la oxitocina en el fomento de la conexión social es aún más amplio, siendo fundamental para reducir la ansiedad social, en la formación del vínculo entre el padre y el recién nacido, y en los efectos de alivio del estrés producidos por un amigo que nos escucha atentamente o el contacto físico. Keltner ha liderado la investigación sobre La ciencia del tacto, afirmando que “el tacto es realmente fundamental para la comunicación humana, la vinculación afectiva y la salud”.

Estamos biológicamente diseñados para conectar, no solo por la presencia de oxitocina, sino también porque tenemos incorporado un circuito nervioso para ello: el nervio vago. El nervio vago es un nervio de los  mamíferos que comienza en la parte superior de la médula espinal y continúa bajando a través de los músculos del cuello que usamos para asentir y hablar. Tiene conexiones con muchas funciones físicas clave, incluyendo nuestras redes de oxitocina, la respuesta inmune, y la respuesta inflamatoria. También coordina la interacción entre la respiración y la frecuencia cardiaca, y controla muchos procesos digestivos. En 1994, el reconocido neurocientífico Stephen Porges desarrolló La Teoría Polivagal, sobre la relación entre la fisiología humana y la interacción social, afirmando que más allá de la anticuada creencia de que los humanos sólo tenían dos opciones frente a un peligro: luchar o huir, había un tercero: desconectarse. En esta entrevista, Porges explica lo que quiere decir con “llevar el corazón en el rostro”, donde las vocalizaciones en contextos sociales tienen menos que ver con sintaxis y lenguaje y más con la entonación que transmite un estado emocional. “La comunicación social tiene poco que ver con la sintaxis y mucho que ver con la entonación, los gestos, y un cúmulo de conductas que llamaríamos movimiento biológico.  El rostro se mueve, junto con la voz y las manos. Los rasgos conductuales gatillan áreas de nuestro cerebro fuera del reino de la conciencia y cambian nuestra fisiología, permitiendo que nos sintamos más cercanos y más seguros con otros. Una buena terapia, buenas relaciones sociales, buena crianza, buena enseñanza, todo tiene que ver con lo mismo –¿cómo desconectar la actitud defensiva? Cuando se desactivan los sistemas de defensa, tienes acceso a diferentes áreas corticales que permiten una mayor profundidad en la comprensión, el aprendizaje y el desarrollo de habilidades”.

En la misma línea de investigación, en este video el Dr. Dacher Keltner entrega una explicación del nervio vago, donde describe que las personas con mucha actividad vagal muestran sentimientos de conexión y preocupación por los demás, más emociones positivas, y relaciones más fuertes. “Lo que encontramos [en el laboratorio] es muy interesante: si tienes un perfil vagal fuerte, el cual se puede cultivar a través de ejercicios, meditación, y otras prácticas, tienes más emoción positiva a diario, relaciones más fuertes con los pares, y mejores redes sociales de apoyo. Los niños en las escuelas, niños de quinto grado que tienen un perfil vagal más fuerte, son los que intervienen cuando un niño está sufriendo acoso escolar. Y ellos cooperan, y donarán tiempo como el de recreo para ayudar a un niño que necesita ayuda con su tarea. Se relaciona también con el altruismo y la pro-sociabilidad, y en que son más confiables. Entonces, pensamos en la compasión como una emoción de orden superior, pero en realidad está siguiendo parte de nuestro sistema nervioso también”.

El nervio vago también es fundamental en la expresión de una de las habilidades más efectivas que tenemos para conectarnos con los demás: la empatía. Los científicos a menudo identifican dos tipos de empatía: afectiva y cognitiva. La empatía afectiva se refiere a las sensaciones y sentimientos que tenemos en respuesta a las expresiones de los otros. La empatía cognitiva se refiere a nuestra capacidad de identificar y comprender las emociones de los demás. En general, considerar el punto de vista de otros lleva a la conexión y la compasión generando emoción positiva, y cuando los demás son empáticos, obtenemos también los beneficios de su comprensión y su apoyo. En el artículo  Six Habits of Highly Empathic People (seis hábitos de las personas altamente empáticas), Roman Krznaric, académico fundador de The School of Life en Londres, explica cómo podemos cultivar la empatía a lo largo de nuestras vidas y usarla como fuerza radical para la transformación social.

Además de la conexión social y la empatía que son determinadas por nuestras primeras experiencias en la vida, la liberación de oxitocina, y la activación del nervio vago en el cuerpo, existe otra emoción esencial para construir la emoción positiva y el bienestar: la compasión. En el siguiente post, ahondaré en las razones de por qué la compasión y la amabilidad son también una parte integral de nuestra biología.

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