
Dacher Keltner define la compasión como “el sentimiento de preocupación por el bienestar de otros y el deseo de animarlos”. En su artículo The Compassionate Instinct (el instinto compasivo), afirma que la compasión es una parte evolucionada de la naturaleza humana, arraigada en nuestro cerebro y biología. Según él, la investigación demuestra que una región especial del cerebro se asocia con la compasión cuando las madres miran a sus bebés y también cuando las personas se conmueven al ver que alguien hace daño a otro. El hecho de que casos tan diferentes provoquen reacciones neurológicas similares, sugiere que la compasión no es una emoción irracional, sino una respuesta humana innata, inserta en nuestro cerebro. La compasión calma nuestro sistema nervioso autónomo, disminuyendo nuestro ritmo cardiaco, y comenzando un círculo virtuoso en el que se estimula la secreción de oxitocina, lo que a su vez incentiva un comportamiento más compasivo. La investigación también sugiere que cuando ayudamos a otros motivados por la compasión, presentamos actividad en el núcleo caudado y la corteza cingulada anterior, los centros de recompensa y placer del cerebro. Y, tal como ha descubierto Dacher Keltner, es incluso posible mostrar compasión a desconocidos a través de nuestras expresiones faciales y el tacto.
De acuerdo con Emiliana Simon-Thomas, la compasión nos hace más felices de muchas maneras. Crea empatía, mejorando nuestras conexiones sociales: nos enseña a manejar la aflicción y tender a cuidar de los demás; y nos hace más capaces y resilientes. En el cuerpo, la compasión activa en el cerebro el circuito del cuidado a los demás, lo que nos hace más felices incrementando la actividad del nervio vago y estimulando la respuesta de recompensa/placer que obtenemos al ayudar a otros. En su artículo Measuring Compassion in the Body (midiendo la compasión en el cuerpo), Simon-Thomas explica los vínculos que existen entre el nervio vago y la compasión, señalando que “el nervio vago parece estar íntimamente ligado con el sentimiento de compasión hacia el sufrimiento de otras personas… Más específicamente, estos estudios muestran que lo que ocurre en tu nervio vago afecta al hecho de que puedas o no lidiar con los sentimientos provocados por el sufrimiento de otra persona –y a que te sientas o no preocupado y motivado a ayudar”. En el artículo How to Increase Your Compassion Bandwidth (cómo incrementar el ancho de banda de tu compasión), C. Daryl Cameron explica que aunque somos capaces de frenar nuestros impulsos de ayudar, hay formas para estimular la compasión: 1) Aumentar la sensación de que ayudar marca una diferencia, 2) Optimizar las oportunidades de ayuda para que parezcan menos costosas, y 3) Entrenar el cerebro para la compasión a largo plazo usando técnicas de meditación y mindfulness.
Junto con la compasión, uno de los principales promotores de la felicidad y que también está arraigado en la evolución humana es la amabilidad. Según Dacher Keltner, entregar o recibir actos de amabilidad nos hace sentir menos solitarios y menos deprimidos; fortalece nuestro sistema inmune; reduce molestias y dolores; mejora nuestro perfil cardiovascular; y aumenta la energía y fuerza en ancianos. La investigación también ha demostrado que la amabilidad es atractiva físicamente; que realizar actos de amabilidad aumenta la satisfacción con la vida; que la amabilidad te hace feliz y la felicidad te hace amable; y que cuando damos, los centros del placer en nuestros cerebros se activan como si estuviéramos ganando algo. “No se trata solamente de que las personas amables también tienden a ser más saludables y felices, o que la gente feliz y saludable es más amable. Los experimentos de hecho han demostrado una y otra vez que la amabilidad hacia otros en realidad nos hace ser más felices, mejora nuestra salud, y alarga nuestras vidas”, dice Christine Carter en su artículo What We Get When We Give (qué recibimos cuando damos).
Pero una de las características más increíbles de la amabilidad y que ha demostrado tener grandes implicaciones para todos, es que la amabilidad es contagiosa. De hecho, la investigación sugiere que la amabilidad toma impulso y su impacto puede llegar más allá de nuestra felicidad personal o el bienestar de la persona que ayudamos, afectando a innumerables personas que ni siquiera conocemos. James Fowler y Nicholas Christakis publicaron en 2008 una investigación de veinte años, Dynamic Spread of Happiness in a Large Social Network (propagación dinámica de la felicidad en una red social grande), y concluyeron que “La felicidad de las personas depende de la felicidad de los otros con quienes están conectados. Esto entrega una mayor justificación para ver la felicidad, así como la salud, como un fenómeno colectivo”. Además, en su libro Connected, explican que la generosidad de una persona puede crear una reacción en cadena, propagándose en tres grados a través de una red social que puede influir en decenas o incluso cientos de personas que no se conocen.
Estos hallazgos se correlacionan con las emociones positivas que experimentamos cuando nos sentimos motivados o inspirados por otras personas. Jonathan Haidt, psicólogo social y profesor de liderazgo ético en la Universidad de Nueva York, llama a esta emoción elevación. En su artículo Wired to Be Inspired (programados para ser inspirados), define la elevación como “un sentimiento cálido e inspirador que la gente experimenta cuando observa actos inesperados de bondad humana, amabilidad, valentía, o compasión. Hace que una persona quiera ayudar a otros y desee convertirse también ella en una mejor persona”. Según él, la elevación induce sentimientos sociales, como el deseo de estar con otros, amar a otros y ayudar a otros, y el deseo de estar más cerca de la persona que realiza la buena acción. Varios participantes de sus estudios, al observar actos de amabilidad o valentía, describen una actitud receptiva y un deseo de ser juguetones que la psicóloga Barbara Fredrickson ha adjudicado a la alegría. De hecho, un sello distintivo de la elevación es que es contagiosa. “Cuando una historia de elevación está bien contada, eleva a aquellos que la escuchan. Los momentos de elevación poderosos, ya sea experimentados de primera o segunda mano, a veces parecen presionar un botón de ‘reseteo’ mental, borrando sentimientos de cinismo y reemplazándolos por sentimientos de esperanza, amor, optimismo, y una sensación de inspiración moral”, señala Haidt.
Muy cerca de la compasión y la amabilidad, y a veces gatilladas por ellas, se encuentran dos conductas humanas esenciales que también conducen a la felicidad y el bienestar: la cooperación y la reconciliación. Veámoslas más detalladamente en el siguiente post.